“Jugar el partido por la medalla de oro fue algo que nunca pensé que sucedería tan temprano en mi carrera”, declaró García. “Ese fue probablemente el mejor partido de mi vida, y ganar fue súper especial. Recuerdo el vestidor después. Todo ese partido fue genial. Jugamos probablemente nuestro mejor partido del torneo en el partido por la medalla de oro”.
La mamá de A.J., Lisa, estuvo en Corea del Sur atestiguando el hecho. Lisa, quien trabaja como radióloga en el área de Chicago, vio la celebración en el hielo y no pudo evitar pensar en todas las horas que ella y su esposo, Aurelio, pasaron manejando para que A.J. pudiera jugar para el entrenador Sean Berens con el equipo de Illinois y para Gino Cavallini en Mission.
“No podían borrarse la sonrisa de la cara”, dijo Lisa sobre A.J. y el equipo de EEUU. “Fue el mejor momento de su vida, de mi vida, hasta ahora, ver que eso sucediera. Eso fue lo más emocionante, ver lo felices que estaban y verlos tan felices el uno por el otro. Abrazándose, tomándose fotos, cantando la canción que cantan en el vestidor. Creo que vi ese video una y otra vez, solo porque estaban tan felices”.
La actuación de García en los Olímpicos de la juventud ayudaron a su candidatura para ser evaluado en el Programa de desarrollo, que se llevó a cabo en marzo en la USA Hockey Arena en Plymouth, Michigan. La prueba fue estresante para A.J., pero logró ingresar al roster, siguiendo el camino de los recientes ex alumnos de Mission, Gabe Perreault y Cole McKinney.
Ambos padres de A.J. crecieron en el área de Chicago, en una época en la que era común que los campos de beisbol ubicados en los parques, se convirtieran en pistas de hockey durante el invierno. Aurelio vio a otros niños del barrio disfrutando del hielo y quiso unirse a ellos. Le pidió a su madre un par de patines. Como el dinero escaseaba, ella fue a una tienda de segunda mano.
“Ella me consiguió un par de patines artísticos”, recordó Aurelio. “Aprendí a jugar con un par de patines artísticos. Cuando vi a los otros chicos, volví con mi mamá y le dije: ‘Estos no son los patines adecuados’. Ella me dijo: ‘Bueno, si quieres jugar, vas a aprender con esos y partiremos de ahí’. En ese momento, eso era lo mejor que podíamos hacer, así que aprendí”.