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Max Montes apenas está comenzando a darse cuenta de su potencial en el hielo en la Universidad de Ohio State. Registró 18 puntos como jugador de primer año y el entrenador principal Steve Rohlik cree que Montes puede con las exigencias de jugar como delantero centro para su segundo año.

Además, el chico de 20 años está pensando en su rol aún más grande en la comunidad del hockey como uno de los más prominentes venezolano-estadounidenses en este deporte.

“Estoy muy orgulloso de ser venezolano en parte”, comenta Montes. “Estoy muy orgulloso de tener esa cultura hispana en mí. Quiero que la gente confíe en que el hockey es para todos. Es un deporte en crecimiento en estos días. Como familia, es definitivamente algo que ha estado en nuestra mente y algo de lo que debemos hablar”.

El padre de Montes, nació y se crio en Venezuela. Su mamá, Amy, es de Greendale, Wisconsin. Ellos se conocieron en Chile, donde César era estudiante universitario y Amy trabajaba para la empresa Rockwell Automation.

Max y sus hermanos, Franklin y Sophia, crecieron en Wisconsin y aunque todavía no conocen Venezuela, Max espera viajar allá alguna vez. También, está interesado en competir por la selección venezolana en próximos torneos, tal como la Amerigol LATAM Cup.

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Venezuela se encuentra entre los países que estarán representados en la sexta edición de la LATAM Cup, a finales de este mes en el Florida Panthers IceDen en la localidad de Coral Springs, Florida.

“Es algo que tengo en mente”, dice Montes. “Si algún día se presenta la oportunidad, definitivamente lo haré. Hace un año o dos, recuerdo haber visto el logo de la selección nacional de Venezuela y pensé: ‘Vaya, eso es genial. De hecho, tienen una selección nacional. ¿Qué tal si juego ese día, frente a mi papá?’. Ni siquiera puedo expresar con palabras lo que eso significaría para mi familia y para mí. Es algo realmente genial que espero que suceda algún día”.

César creció jugando al beisbol en Venezuela, pero su deporte predilecto cambió el día en el que llevó a sus hijos a un partido de los Milwaukee Admirals cuando Max todavía estaba en preescolar.

“Nunca había visto un partido de hockey en su vida”, dice Max. “Pensaba: ‘Vaya, este es el deporte que debería haber practicado toda mi vida. Este es el deporte que quiero que practiquen mis hijos’. Desde entonces, nos ha sumergido en el mundo del hockey”.

César y Amy inscribieron a sus hijos en un programa para que aprendieran a patinar en el Wilson Park Recreation Center de Milwaukee. Al principio, Max requirió de algo de aliento.

“Me la pasaba llorando en el hielo, queriendo que mi mamá y mi papá me tomaran de la mano”, recuerda. “Desde entonces, me enamoré del deporte. No puedo imaginar mi vida sin el hockey. Estoy muy agradecido de que mis papás me involucraran en el deporte desde pequeño”.

Max también intentó practicar basquetbol, futbol americano, golf e incluso lacrosse. Pero nada se le comparaba al hockey. Comenzó a idolatrar a jugadores como Jonathan Toews y Sidney Crosby y trató de seguir el ritmo de Franklin y sus amigos en el hielo. Max le da crédito a su hermano mayor, estudiante de último año en la Universidad de Wisconsin, por ayudarlo a mejorar y adaptarse a niveles más altos de competencia.

Cuando terminó su carrera con los Milwaukee Jr. Admirals, Max se había convertido en el jugador con más puntos de todos los tiempos del club en el nivel Sub-16.

“Max es uno de mis jugadores favoritos de todos los que he entrenado”, dice Matt Murray, presidente de operaciones de hockey de los Jr. Admirals. “Era un jovencito de 2003 [su año de nacimiento] y jugaba con su hermano en la categoría Sub-16. Aun así, lideró a nuestro equipo en puntos. Era un jugador inteligente para nosotros, un chico más pequeño que podía hacer jugadas contra los juveniles en la preparatoria”.

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Max se mudó lejos de su hogar, en Hartland, Wisconsin, para unirse a los Dubuque Fighting Saints de la USHL para la temporada 2020-2021. Kalle Larsson, el anterior presidente de operaciones de hockey de los Fighting Saints y actual funcionario de los Edmonton Oilers, le gustó que la versatilidad de Montes le permitiera competir por cada rol de delantero en el roster.

“Tiene muchísima habilidad y es muy inteligente”, afirma Kirk MacDonald, ex entrenador de Montes en Dubuque. “Creo que, a medida que aprenda a manejar el juego, tendrá la oportunidad de jugar en el siguiente nivel. Tiene una habilidad de patinaje de élite. Puede competir en todos los turnos. Tiene la oportunidad de jugar como profesional y tener una buena carrera”.

La transición de montes a la USHL al inicio fue retadora, pero le da crédito a sus tres temporadas en Dubuque en cuanto a ayudarle a su juego a convertirse en algo más integral. Su primer año en Ohio State tuvo un patrón similar: no produjo demasiados puntos al comienzo, sino hasta desplegar su mejor nivel al final de la temporada.

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“Te estás presentando en el Big Ten, la mejor liga de hockey colegial y te lleva un tiempo encontrar tu equilibrio”, dijo Rohlik. “A medida que avanzaba el año, se notaba que su madurez y confianza estaban creciendo. Tenía esa arrogancia. Tienes que querer tener el disco y estar involucrado. Él aporta esa rapidez en áreas pequeñas, buenas manos e instintos ofensivos”.

Comentó Montes: “Descubrí cómo tengo que jugar, y eso es usar mucho mi velocidad, mover el disco rápido y ser muy ágil. Mi juego progresó a un juego de 60 metros. Me cambiaron a delantero centro hacia el final del año. Me encanta esa posición. Me encanta recibir el disco en el medio con algo de velocidad”.

Con cada partido, Montes hace realidad el sueño de jugar hockey colegial que cultivó en primer grado, cuando su equipo de hockey juvenil fue elegido para jugar durante el intermedio de un partido de la Universidad de Wisconsin.

“Tengo la foto del Kohl Center en mi habitación”, dice. “Dice el nombre de todos los que estuvieron en el hielo, como MAX MONTES. Tengo esa foto en mi habitación desde hace mucho tiempo. Cuando fui a jugar a Wisconsin por primera vez el año pasado, pensé: ‘¡Vaya! Esto es una locura’”.

En diferentes entornos a lo largo de los años, Montes ha hablado con sus compañeros y oponentes latinos acerca de sus conexiones culturales. Hablan de las comidas latinoamericanas que disfrutan. A Max le encantan las empanadas y las arepas. Recuerda una leche con chocolate venezolana especial que disfrutaba cuando era niño, a menudo con pan de mantequilla.

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Montes sabe que muchos chicos de origen latino en Florida se involucraron con el emocionante camino de los Panthers para ganar la Stanley Cup.

En el futuro, tiene la esperanza de ver a algunos de ellos sobre la pista de hielo.

“Espero que todos vayan a ver un partido de hockey”, dice Montes. “Solo díganme qué piensan. Sé que les va a encantar este deporte. Nadie que haya ido a un partido de hockey ha dicho ni una sola cosa mala”.

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